Intentaré no llorar luz ni comer espíritus de paz. Intentaré
no respirar sentimientos pasados de tuerca, ni escupir silencios mal
intencionados. Intentaré no tejer besos
de esparto, ni vivir de abrazos
prefabricados. Intentaré no inmolarme de tinta ni drogarme de inocente instinto
animal. Intentaré dormir confiada sobre tu pecho a pesar de tener el alma
apaleada.
Pero no te prometo nada.
Roberto Cacciapaglia, gran compositor Italiano. Prometedor, capaz de llegar al alma.
Era como el agua cuando llueve. Era una tormenta de verano,
una tempestad en invierno. Era como las nubes con formas sensacionales en un
cielo azul. Era como una carrera de gotas de agua motivada por un niño pequeño en la ventana de un coche. Era como la playa, las olas cuando rompen, la arena
templada cuando atardece, la mirada inconsciente de un pintor ante un deleitado
paisaje. Pero no sólo eso. Era también como el primer beso de dos adolescentes.
Era, como la idea de una cerveza cuando la sed le volvía loco. Era ni más ni
menos, como el frío en verano y el calor
en invierno. Era, como el volver a enamorarse, como el placer de hacerlo por la
mañana. Era como terminar de leer un buen libro, como una ducha caliente
después de hacer ejercicio. Era como la risa, como el llanto. Era la
contrariedad de la verdad, el lado opuesto de las cosas que menos le gustan. La
motivación al despertar. Era como morir y sentirse lleno. Era como la luz que
guía el camino, como el decir al final de éste: sí, era él.